Pida la palabra, pero tenga cuidado.


Cuando el catedrático doc­tor Lastra tomó la palabra, ésta le zampó un mordisco de los que te dejan la mano hecha moco. Al igual que más de cuatro, el doctor Lastra no sabía que para tomar la palabra hay que estar bien seguro de sujetarla por la piel del pescue­zo si, por ejemplo, se trata de la palabra ola, pero que a queja hay que tomarla por las patas, mientras qué asa exige pasar delicadamente los dedos por debajo como cuando se blande una tostada antes de untarle la manteca con vivaz ajetreo.

¿Qué diremos de ajetreo? Que se requieren las dos manos una por arriba y otra por abajo, ¿cono quien sostiene a un bebé de pocos días, a fin de evitar las vehementes sacudidas a que ambos son proclives. ¿Y procli­ve, ya que estamos? Se la agarra por arriba como a un rabanito, pero con todos los dedos porque es pesadísima. ¿Y pesadísima?

De abajo, como quien empuja una matraca. ¿Y matraca? Por. arriba, como una balanza de,feria. Yo creo que ahora usted puede seguir adelante, doctor Lastra.

Julio Cortázar.

No hay comentarios: