Cuando la lluvia llegó

Radiografía Número Uno.

Cierra tus ojos.
El horror, magia negra: desesperación. Las explosiones se cobran la vista de los niños. Mientras, tu lengua gira, aletea dentro de tu boca como las alas del colibrí. Se estrella contra tu paladar de corteza y este derrama su sopa de letras. Allí en tu boca un holocausto de amor, pero nadie lo oye porque a los muertos la boca les cosen.


Excavación Número Dos.

Esquivando charcos, adoquines hirviendo, crucé. A mi izquierda un pájaro muerto cayó como una palta sobre un cura y lo mató. Nadie reclamó su ausencia.
Los neumáticos rebotaban sobre sus costillas ya deshechas; "¡pero que enchastre che!". Los conductores reclamando el rebacheo prometido en campaña, y el cura sin los ojos miraba, sin forma, olvidado junto al pájaro que aún conservaba algunas de sus plumas preferidas.
Las ratas una noche se apiadaron del pájaro (y del cura) y organizadas en un regimiento de alfombra negra cargaron los cuerpos muertos pero calientes, quemados por la cocción del asfalto de febrero.
A donde los llevaron no le sé, pero ese día en que las ratas limpiaron la ciudad, las Gaviotas derramaron desde el cielo una lluvia de jacarandá.

Sutura Número Tres.

Si prestaba atención podía escuchar a los brotes saliendo de la tierra y como ésta cedía frente al impulso decidido de la vida. Solté mi pluma, descansé la mano y me llené de esperma los pulmones. Un hilo verde ascendía agarrado al cielo causando un ruido cercano al silencio . Desde el agujero hondo abierto debajo de mi silla podía yo escuchar la lucha del mar en su intento por subir. Todos saben que nada puedo hacer cuando miro al mar. (subía, subiendo, subió).

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